Este proceso anticolonial retoma y utiliza elementos de la cosmogonía del mundo náhuatl y de rituales de Pachita, de Parral, Chihuahua, una de las chamanas más importantes que hubo en México. Esta acción, una ceremonia, nos recuerda que habitamos el mundo de los muertos, pero al contrario que en el cristianismo, este mundo es considerado el de las existencias gozosas: con plantas útiles y flores embriagantes. Aquí nuestro destino es transitorio y placentero. La pérdida del paraíso se compensa con orgasmos, que son un recuerdo del Tlalocan, un viaje al lugar de los orígenes de nuestrxs ancestrxs. Sobre todo, lxs ancestrxs que nos soñaron con esos orgasmos alejados de lo cis-heterosexual monógamo.
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